Ecos de Jorge Manrique (otros)
XXV
Aquel de buenos olvidos,
amado, por achacoso,
de la muerte,
el maestro don Podridos,
qué maestro tan bilioso
y tan demente;
sus pertrechos de bollero
no quiere que se los laven
como suelen;
ni los frota, el majadero,
aunque, inmundos, todos saben
qué mal huelen.
Bajo el estambre ciego
caminé hasta llegar al lóbrego bosque
ya sin derrumbe
del sonido que deja el bergantín