XLII
A presuntos minutos no hay quien los detenga.
Serán las 12 en pocos de ellos
y la noche no tendrá media vuelta
ni al otro lado de la tierra.
Si contamos los 365 días,
quizás pase toda la edad
y no habrá triunfo que la enmiende.
Ya me lamento del final
que aún no ha comenzado.
Tiempo, tiempo, paso.
Todos los días duermo y anestesio
todos los otros días,
y ni recuento el canto de los gallos,
ni el paso de los días,
ni el ritmo del verano.
Tiempo, tiempo, pasó.
Sólo los párpados caídos,
caídos sin remedio a la clepsidra,
al cementerio.
(Pero con regalos así uno se olvida del tiempo).