ESPINAS
El pez en su agonía espera que las suyas se incrusten en la tráquea de aquel que lo pescó.
La rosa moribunda sueña en su florero que las suyas gangrenen algún día las manos de aquel que la podó.
Empiezo a pensar con inquietud contra el corazón de quién desearé arrojar cuando me muera, este sarmiento de vértebras que ahora me mantiene erguido sobre el mundo.
Ni una flor crecería del material orgánico de un traidor, pero si usted no lo es, un campo de margaritas. Sé que hoy le faltan flores y aire puro, le falta estar vivo.
Cuando la muerte me cercene que me asen como las castañas pilongas
Cocida entonces compañera, vaya desaguisao!
Genial